Saber y poder

No cabe duda: la más genuina filosofía es un simple impulso al saber, que es la actitud que nos acompaña desde que somos hombres. Toda una estrategia de la voluntad contra la existencia trágica o menos trágica, porque saber es mucho más que acumular conocimientos y darles salida en cualquier blog o tertulia. Del saber extraemos ideas y opiniones, forjamos teorías y doctrinas, asentamos valores y prejuicios.  Pero todo es empezar, porque en el origen basta con un impulso. Ese y no otro es el fundamento de toda filosofía: esa práctica intelectual que nos libera de la ignorancia despertando la divinidad que late en nuestro interior. Y es filósofo aquel que aspira al saber porque no conoce todas las respuestas, mostrando interés por desvelarlas y consciente de su propia ignorancia. Tan sencillo como no aceptar acríticamente cualquier opinión, venga de donde venga, salvo que evitemos conocernos a nosotros mismos renunciando a la interminable indagación, porque una vida sin examen, sin investigación, sin crítica, no merece la pena ser vivida. Y basta con el asombro y la admiración por las cosas para contemplar fascinado los fenómenos del mundo, ya sea el cielo estrellado que está sobre mí, tan excepcional como quien lo contempla, ya sea la ley moral y las costumbres que hay en mí, a las que la naturaleza también pone a prueba. No puede ser tan difícil, pues, provocar un mínimo de curiosidad, de interrogación, de extrañeza, de duda ante todo aquello que no es capaz de explicarse a sí mismo. Y más allá de las soluciones siempre quedará la emoción de entrar y salir en la incertidumbre, que no es poco.  

Prometeo a tus zapatos

Prometeo, de José Ribera 

Como mito fundacional, épico y escatológico no parece tener parangón. Prometeo representa nuestro origen, nuestra lucha y nuestro destino. De aquellas sus decisiones sobrevivimos con estos lodos, suficiente para rendirle un enésimo homenaje  y nombrarle santo patrón de la Humanidad. Y en cualquiera de las versiones, las de Hesiodo, Esquilo o Platón, encontramos las claves del proyecto humano y su impertinente  actitud contra los dioses de la Naturaleza.

Madoz re conociendo la realidad

Seguimos nuestro recorrido por las imágenes más sugerentes para reivindicar una mirada estética del mundo. Y buen ejemplo nos proporciona Chema Madoz con sus increíbles fotografías. No deben faltar en el aula si queremos acercar el arte contemporáneo a nuestros alumnos, indagando en las posibilidades del mismo para entender, por ejemplo, las aporías de la identidad en el conocimiento, nuestra capacidad de relacionar lo uno en lo otro o saborear el objeto en su ambigüedad más divertida. El arte proporciona estos buenos ejemplos como alternativa a nuestra razón, que bien merece distraerse también con su compañera de clase: la imaginación.

En la caverna de la filosofía

Fuente: Marcos Pariona López, en http://www.flickr.com

 

Insistimos anualmente los profesores de Filosofía en las excelencias del logos racional y escrito frente a los mythos sugerentes de una tradición oral y acrítica. Así iniciamos cualquier Historia de la Filosofía con tan famosa dicotomía. Pero también desde el principio hacemos uso de imágenes evocadoras al comprobar que, por sí solos, los conceptos carecen de convicción o de la imaginación suficiente, bien porque la filosofía parece mostrarse culpable del mitocidio de antaño, bien porque aburrimos y dormimos a los chavales. Entonces volvemos a la narración de la fantasía y utilizamos los recursos del arte como dignos modelos de alusión a través de sus metáforas, trasladando los significados de lugar para estimular la atención y hacer más comprensible la vida.

Christo Javacheff

 Aquí os dejo un ejemplo entre tantos que reivindica esa relación mágica entre la expresión artística y la filosofía más saludable.

No es fácil ubicar el trabajo de este artista, aunque dudo mucho que a él le importe demasiado. Digamos que este «escultor” estadounidense de origen búlgaro nos invita a mirar el mundo con otros ojos hasta descubrir lo mejor que tenemos de nosotros mismos. Sus objetos envueltos a veces sirven de ejemplo del arte conceptual más insólito. También se le encasilla en el movimiento land art (“arte de la tierra”) al pretender una forma de comunicación estética con la naturaleza disponiendo o modificando sus elementos de una manera original y, sin duda, provocadora. De hecho,  Javacheff emplea soportes que no son precisamente “convencionales”.