la ofensa

Que la  excelencia exige el decoro y la cortesía de la conducta más virtuosa, de la más prudente, diplomática, discreta, de la menos cínica e insolente, es congruente corolario de la misma educación. Afecta sin pretexto a quienes por madurez obliga, al menos, la experiencia de toda una vida llena de relaciones humanas. Pero también al joven que tiene, por educación, la oportunidad de poner a prueba sus primeras ideas y aquellas excelentes habilidades académicas que ha tenido la oportunidad de cultivar.

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¿Y no ha previsto nuestro desconsensuado y desconsiderado ministro, con sus retrógradas reformas, con sus indiferentes respuestas a tantas y tantas movilizaciones, lo bien que representa la más escandalosa descortesía que alumnos, padres de alumnos y docentes han sufrido en los dos últimos años?.

Preguntémonos donde está el límite de la deferencia y el respeto, razonando con justicia sobre la responsabilidad que tiene un poder ejecutivo en despertar la animadversión, cada vez más grave y efectista, de los manifestantes que manifiestan su malestar en las calles y en los foros académicos de todo el país. Hemos pasado de tener un ministro tenaz pero diplomático en lograr un pacto por la educación a tener otro que violenta no solo cualquier acuerdo, sino que provoca el desaire de quienes quieren participar en la mejora de la enseñanza y con desprecio se les ignora.

Recuerdo en una movilización por la Escuela Pública, cerca de la plaza de Cibeles, el comentario de un trabajador de la limpieza que esperaba, con su cuadrilla, el final de la protesta: lo mejor de estas manifestaciones,  aunque nuestros hijos saquen malas notas,  es lo limpias que dejan las calles estos maestros. Faltaría más.  Y estaría bien que el gran gestor de los maestros fuese paradigma de la educación de este país y no le retirase el saludo a toda una comunidad que implora consenso para tener la casa limpia.

En cuanto a nuestros excelentes universitarios, no hay duda que son jóvenes, sinceros e inconformistas hasta la ingratitud.  Gestos por pulir de los que se aprende mucho. ¿Quién se arrepiente de ellos?

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